Reacción al tráiler: La chica del tren

¡Hola daydreamers!

Hace un par de meses, en abril, publiqué en el blog la reseña de La Chica del Tren, de Paula Hawkins. Cuando publiqué la reseña, el tráiler de la película no había salido aún, pero fue lanzado cuatro días después por el canal de youtube de Universal Pictures. Como el libro no me gustó demasiado, no estuve demasiado pendiente a las noticias o novedades relacionadas con la película, pero hace un rato me he topado con el tráiler y he decidido hacer un post sobre él. La primera Reacción al Tráiler del blog. ¡Allá vamos!



La Chica del Tren es la adaptación cinematográfica de su homónima novela, la primera que ha publicado la escritora británica Paula Hawkins, un thriller que será dirigido por Tate Taylor (el director de esa maravillosa película, también adaptación, que es Criadas y Señoras). Que este señor se ponga al frente de de la dirección ya me da esperanzas, pues a pesar de contar con sólo cuatro películas en su haber, ya ha ganado varios premios y puedo decir por experiencia propia que dos de sus películas son geniales (Criadas y Señoras, por supuesto, y Get on Up).

El elenco principal de la película lo forman Emily Blunt en el papel protagonista, acompañada por las otras dos voces del libro que serán interpretadas por Rebecca Ferguson y Haley Bennett, y completándose con el contrapeso masculino, Justin Theroux y Luke Evans. Sobre el cast sólo puedo decir que me gusta mucho, ya que creo que encajan bastante bien con los papeles que han de interpretar y que lo pueden hacer bastante bien (aunque Emily no es para nada como Rachel pero me da igual porque es Emily). Yo hace ya mucho tiempo que soy fan de Emily Blunt, porque me parece una actriz como la copa de un pino, y Rebecca Ferguson me encanta por la pedazo de actuación que se marcó en la serie The White Queen. Además, nunca viene mal tener a Luke Evans para alegrarnos la vista ;P

Para los que no sepáis de que va la trama (si es que el tráiler no te la ha contado ya), os pongo un poco en situación. Rachel (Emily Blunt) es una mujer que tenía una vida perfecta hasta que su marido (Justin Theroux) la dejó por otra mujer. Incapaz de asumir su separación, y el hecho de que Tom ya haya rehecho su vida junto a Anna (Rebecca Ferguson), Rachel se refugia en la bebida y empieza a abandonarse tanto a sí misma como a su vida. A pesar de haber perdido el trabajo, ella sigue cogiendo el mismo tren todos los días, algo que se convertirá en su única vía de escape. Durante el trayecto con destino a Londres, Rachel comienza a fantasear con la vida perfecta de una pareja (Haley Bennett y Luke Evans) que ve desayunar todos los días en la terraza de su casa, en la misma calle donde vive su ex-marido con su nueva mujer.  Pero un día ve algo que hace que se tambalee todo lo que creía de ellos, que esa imagen de perfección se rompa.

El tráiler refleja muy bien la trama para aquellos quienes hayan leído el libro, pero para aquellos que no se me asemeja un poco confusa, pues a veces da la sensación de que los hechos están desordenados o superpuestos de una manera en la que parece algo que no es. Por ejemplo, da la sensación de que Rachel presencia desde el tren la desaparición de Megan cuando no es así, pero con ello también indican a cierto acontecimiento que no se desarrolla hasta casi el final de la historia. Y es que aquí entramos en el gran pero que tiene este tráiler, y es que revela demasiada información sobre todo el argumento. Al menos a mí me parece que se dan detalles muy importantes que no deberíamos descubrir hasta más adelante en la historia. Vamos, qué cualquiera podría adivinar el final de la película con sólo ver el tráiler y fijarse bien.

Por lo general, el tráiler está hecho de la manera más atrayente posible, buscando crear expectación. Tanto la música elegida como el montaje de las imágenes que se nos presentan de forma inconexa pero con sentido, así como los fragmentos de la historia seleccionados para mostrar al público de qué va la historia, han sido inteligentemente escogidos y usados para llamar la atención del espectador. Y lo consigue, pues ha sabido cómo acrecentar un misterio y una tensión de los que la novela carece la mayor parte del tiempo.

La verdad es que desde que leí La Chica del Tren pensé que tenía más argumento de película que de libro, y supe que probablemente que gustaría más la adaptación cinematográfica que el libro (o al menos es la esperanza que mantengo, si es que decido ir a verla al cine). Las razones para pensar así se explican más o menos en la reseña que hice del libro, pero la definitiva sería que del papel al cine nos ahorramos mucho contenido de relleno que no lleva a ninguna parte. La novela se me hizo muy pesada por la narración de Rachel, que bien podía pasarse páginas bebiendo ginebra, mientras que en la película veremos lo importante y relevante. Una adaptación cinematográfica siempre sintetiza el arco argumental, lo cual en muchos libros resulta contraproducente (porque nos gustaría verlo todo), mientras que a otros le hace un favor.

Por no hablar de que Emily Blunt ya le está haciendo un favor a Rachel. Quizá empiece a tragarla sólo por eso.

¿Conclusión general? Un tráiler bien hecho, que promete más que la novela en la que se basa, pero que revela demasiada información fundamental.

Espero que con La Chica del Tren ocurra lo último y la película me parezca mejor que el libro, cosa que no es muy difícil. El libro no me gustó prácticamente nada y el tráiler me da bastantes esperanzas de poder cambiar eso un poco. Espero no equivocarme, pero sólo el tiempo lo dirá.

Ah, sí, eso: 7/10/2016 en cines.


Reseña: Pálido Fuego, de Vladímir Nabókov

¡Hola, daydreamers!

Después de unos meses caóticos en los que he dejado el blog en un segundo plano, por fin vuelvo, y esta vez lo hago con una reseña muy diferente a la anterior, pues se trata de un libro que está considerado como una de las mejores novelas del siglo XX y todo un exponente de la literatura posmoderna: Pálido Fuego, de Vladímir Nabókov.

Esta reseña va a ser más extensa y analítica que el resto de reseñas del blog (aunque caerán algunas de este tipo también), ya que en realidad es una reseña "reciclada y modificada", por decirlo de algún modo, aunque haya tenido que echarle bastante tiempo igualmente. Hace tiempo escogí Pálido Fuego para hacer un trabajo y exposición en la asignatura Principios de la Literatura Comparada, así que esta reseña es en realidad de una síntesis de aquel trabajo, revisada y reeditada. Aunque profundiza más en información que en otras reseñas no daría, he quitado todos los spoilers, y he reducido considerablemente el corpus total para no aburriros con temas demasiado específicos. Aún así algo de ello hay, pero espero que lo disfrutéis igualmente.


Vladímir Nabókov (22 de abril de 1899-2 de julio de 1977) fue un escritor ruso, nacionalizado estadounidense, nacido en San Petersburgo. Fue allí donde pasó su infancia y juventud como primogénito de una acomodada familia aristocrática, educándose en distintos idiomas, hasta que en el año 1919, a causa del bolchevismo, su familia decidió exiliarse, asentándose brevemente en distintos países de Europa.

Durante su estancia en Inglaterra, Nabókov ingresó en el Trinity College de la Universidad de Cambridge, donde a pesar del trágico asesinato de su padre, estudió Zoología, Eslavo y Lenguas Románicas. En 1940, huyendo de una Segunda Guerra Mundial que años más tarde provocaría la muerte de su hermano en un campo de concentración, Nabókov emigró a los Estados Unidos, donde abandonaría la lengua rusa para centrarse en su producción en inglés.

La fama y notoriedad en el mundo de la literatura le llegaría con Lolita (1955) y Pnin (1957), dos de sus grandes obras, pero gracias a Pálido Fuego (1962) y Ada o el Ardor (1969) se granjearía un lugar entre los grandes novelistas del siglo XX.




 FICHA TÉCNICA

 Titulo: Pálido Fuego.
 Serie: novela autoconclusiva.
 Autora: Vladímir Nabókov.
 Editorial: Anagrama.
 Encuadernación: tapa blanda.
 Nº de páginas: 320.
 ISBN: 9788433920607.
 Colección Compactos de Anagrama aquí.


SINOPSIS

Nos hallamos ante una obra maestra, una novela originalísima, desconcertante y diabólicamente divertida, que figura entre las preferidas de su propio autor y en la que refulge, de forma inigualable, su alambicada ironía y su mortífero humor.

"Pálido fuego" se presenta como la edición póstuma de un largo poema escrito por John Shade, gloria de las letras norteamericanas, poco antes de ser asesinado. En efecto, la novela consta del susodicho poema, más un prólogo, un voluminosísimo corpus de notas y un índice comentado del editor, el profesor Charles Kinbote. A través de sus prolijos y entrometidos comentarios sobre el poema, sobre su amistad con Shade los meses anteriores a su muerte, y sobre el lejano reino de Zembla, que tan precipitadamente tuvo que abandonar, Kinbote va trazando un hilarante autorretrato, en el que acaba por delatarse como un individuo intolerante y altivo, excéntrico y perverso, un auténtico y peligroso chiflado. En este sentido, podría decirse que "Pálido fuego" es también una novela de intriga, en la que al lector se le invita a tomar el papel de detective.

OPINIÓN PERSONAL

Si algo sabía hacer Vladímir Nabokov era crear novelas repletas de complejos e inteligentes argumentos, haciendo cosas que otros autores probablemente no se hubieran atrevido a hacer, y superarse a sí mismo en cada línea.

Pálido Fuego no iba a ser la excepción.

Nabokov publicó Pálido Fuego en 1962, a la edad de sesenta y tres años, cuando ya tenía a sus espaldas una amplia y reputada carrera tanto en su idioma natal, el ruso, como en su producción en inglés. Entre muchas otras son especialmente reconocidas sus novelas Lolita o Pnin, que ya he mencionado previamente en la breve biografía, y que fueron las que le otorgaron un gran prestigio en el mundo literario. Cuando hablamos de Pálido Fuego no sólo hablamos de una buena novela, sino que en ella encontramos una de las grandes obras del siglo XX, donde el mismo Nabókov se lleva a sí mismo a límites insospechados haciendo, nuevamente, gala del ingenio ya mostrado anteriormente en su obra. Una novela excepcional que Harold Bloom, crítico y teórico literario autor de "El cannon occidental", califica de tour de force y Brian Boyd, experto en la vida y obra de Nabókov, como la más perfecta de sus novelas. Nominada a National Book Award for Fiction en 1963, no ganó el premio, no obstante se convirtió en la Número 1 de Grandes éxitos del siglo XX: 100 libros de ficción en idioma inglés, de Larry McCaffery, y en el puesto número 53 de las 100 mejores novelas de la Modern Library.

Pálido Fuego es una novela posmoderna de metaficción que nos presenta un formato libro dentro de un libro, y dentro del mismo, una forma para nada convencional de estructurarlo. En el arco argumental, "Pálido Fuego" es el título de un poema póstumo en pareados decasílabos, de novecientos noventa y nueve versos organizados en cuatro cantos, que el poeta ficticio John Shade escribió durante los últimos veinte días de su vida, antes de ser asesinado, y que cuenta con un prólogo y amplio comentario de Charles Kimbote, un académico que se revela a sí mismo como vecino y amigo del autor.

En lo concerniente al poema de Shade, a veces es difícil de asimilar, pues tiene un carácter muy retrospectivo; relata su vida y pensamientos más íntimos en una obra llena de digresiones que a veces parecen llevar a ninguna parte, pero llevan. Como se va viendo en el desarrollo de su obra, las observaciones y divagaciones del poeta se van enlazando lentamente, y encajando sus piezas como lo haría un puzle. Visto así, tenemos que reflexionar sobre cada canto de forma separada, no sin ello olvidar que forma parte de algo más grande. Es decir, debemos ver qué temas y aspectos nos revela el autor con cada canto, y como estos son precedentes, semillas, impulsores de otros que se verán después, formando así los cuatro cantos una única historia con partes y evolución bien definidas.

Desde que empieza el poema, en el breve canto primero, ya podemos vislumbrar la naturaleza observadora y reflexiva de John Shade. Un hombre en cuyos escritos juega con la realidad y lo que no es real, en un baile de ilusiones y ensoñaciones, y que nos relata su entorno con una belleza exquisita y una pluma sublime. Nabókov usa a Shade de una forma magistral para adentrarnos en un arte: el de grabar en la mente las imágenes que vemos con nuestros propios ojos. Evoca esa forma que tiene de trabajar la mente, esa fotografía mental que a veces solemos hacer poniendo a trabajar juntos el recuerdo de lo visto y la imaginación de manera que, cuando se cierren los ojos, la imagen siga ahí, tan nítida como si nunca los hubiéramos cerrado.

En este canto John nos pone en situación y narra los escenarios que forman parte de su vida, en una especie de vorágine de recuerdos que no siempre se entrelazan entre sí de la forma más coherente, contrastando recuerdos simples como la descripción de su casa con otros de naturaleza más emocional como la muerte de sus padres cuando era pequeño y como fue su estrafalaria tía Maud quien lo crió. Este será el primer pensamiento —si no aludimos a cierto picotero asesinado— que Shade dedica a la muerte en su obra, una vieja amiga que le rondará no pocas veces a lo largo de su vida.

Otro tema que también destaca en este canto es el de las creencias. Al ser el primer canto, Shade mantiene una postura ante ellas que irá evolucionando y cambiando a lo largo del poema, pues en un principio no hace especial caso a ellas, pareciéndoles poco certeros los fundamentos en los que se sostienen. Todavía la vida no le ha puestos esas trabas que, cantos más tarde, le animarán a creer en algo más. una falsa libertad, condenadamente hermosa, que nos hace creer que somos libres cuando en realidad estamos atrapados.

Desde la infancia mi libro de imágenes fue
el pergamino pintado que tapiza nuestra jaula:
anillos morados alrededor de la luna; un sol naranja sanguina;
el iris doble, y ese raro fenómeno,
la irídula —cuando, extraña y magnífica,
en un cielo brillante, sobre una cadena montañosa,
una nubécula ópalo de forma oval
refleja el arco iris de una tormenta
montada en un valle distante—,
pues estamos muy artísticamente enjaulados
Es en el canto segundo cuando John Shade empieza a pensar más profundamente sobre la muerte, y los primeros versos del canto comienzan ya con las primeras divagaciones reales sobre la vida después de la muerte. Aunque ya en el primer canto podíamos ver ciertas alusiones a la muerte, aquí Shade se adentra más y reflexiona sobre el conocimiento de la posible existencia de una vida tras el fallecimiento, de la que él cree ser el único que no posee conocimiento. Es ese desconocimiento el que le lleva a cuestionarse la cordura de las personas, precisamente, porque no entiende cómo alguien podría vivir con ese desconocimiento, vivir en ignorancia absoluta respecto a tamaña cuestión.

Se nos presenta aquí a otros personajes aparte del propio Shade y Charles Kimbote; las personas importantes en la vida de John Shade y su relación con ellas. Conocemos así a Sybil (a la que él alude como su Vanessa, su mariposa), su esposa y eterno amor, a través de los ojos de Shade, que nos detalla cómo se enamoraron, cómo la ve, y qué le enamora de ella cada día que pasa a su lado. De una manera preciosa nos transmite todo el amor que siente por su mujer, que si bien resulta algo más sigiloso en otros cantos, se marca con especial atención y extensión en este. Mediante breves conversaciones entre el matrimonio conocemos también a la hija de ambos, Hazel. Hazel Shade se nos insinúa como una chica nada agraciada desde bien pequeñita, y aunque queda claro que sus padres se ven compensados por sus virtudes en lugar de algo tan superficial como la belleza física, los prejuicios y la crueldad de la gente marcarán el carácter abstraído de Hazel y la desdicha de su vida.

Nabókov nos introduce, mediante suaves pinceladas, en la vida cotidiana de Shade con ambas para, hacia la parte final del canto, mostrarnos el culmen de todos los eventos anteriores que de alguna u otra forma llevan a un inesperado desenlace. Lo hace con una insoportable tensión que nos lleva a adelantarnos a los acontecimientos, haciendo uso de un inteligente ritmo entre dos narraciones paralelas que ocurren al mismo tiempo en diferentes lugares. Finaliza con unos tristes y desoladores versos que marcarán un punto de inflexión en la historia de Shade.

Y es ese punto de inflexión el que hace del tercer canto una montaña rusa de sentimientos, emociones y pensamientos. Sin duda mi favorito de los cuatro cantos del poema, y en el que vemos una retrospección y reflexión sobre qué es la vida y qué significa, a pequeños y grandes rasgos, ahondando en temas como el inevitable olvido, la aceptación de una vida que no se para a esperarte y sigue adelante, y la búsqueda de la esperanza en alguna parte.

Mientras volvía a casa reflexioné: ¿aceptar la sugestión
y dejar de investigar mi abismo?
Pero de pronto vi que allí estaba
la verdadera cuestión, el tema en contrapunto;
nada más que esto: no el texto sino la textura; no el sueño
sino la coincidencia invertida,
no el absurdo fútil sino una trama de sentido.
¡Sí! Bastaba que yo pudiera encontrar en la vida
algún vínculo laberíntico, una especie
de estructura concordante en el juego,
un arte plexiforme y algo del mismo
placer que quienes lo jugaban encontraban
.
El canto segundo dejó a John Shade en un momento crucial y fatídico de su vida que marcaría, irremediablemente, el resto de los cantos, sobre todo este. Vemos en él a un Shade apagado, más pesimista, que se remonta constantemente al tiempo pasado para recordar y revivir en su mente algunos de los momentos ya vividos. Y algo completamente inherente al recuerdo es la melancolía que desatan aquellos lejanos días, y que al principio de este canto llevan a Shade a reflexionar sobre el olvido, tan temido, pero igualmente inevitable en muchos sentidos. Nos hace con ello divagar sobre esta palabra tan amarga y definitiva, olvido, y en su reflexión podemos entrever que éste se impone a cada paso adelante que damos en el tiempo. Cuando el tiempo pasa cada día envejecemos más, cada día estamos un paso más cerca de morir y cuando lo hagamos, no dejaremos atrás sólo nuestros cuerpos inertes sino todo lo que fuimos y lo que hicimos, nuestras vidas. Las acciones que hoy llevamos a cabo con tanto esfuerzo o indecisión, mañana dejarán de importar, serán olvidadas y cuando pase mucho tiempo, también desaparecerán los nombres a los que alguna vez respondimos. Es ese olvido algo a lo que Shade teme más que a la misma muerte.

Importante es después su segunda divagación sobre la vida después de la muerte y su intención férrea de rechazarla, a menos que en ella encuentre el sentido que encontraba en vida. Pone de manifiesto sus dudas y también temores de que si existe no sea el paraíso prometido, que no encuentre allí lo que le hacía feliz aquí. El tiempo pasa y la vida sigue, pero no es suficiente para Shade hasta que cierto hecho que no desvelaré supone, de nuevo, otro punto a marcar; el evento trascendental que hace que Shade vislumbre una pequeña esperanza y que la persiga, que la busque hasta dar con ella a pesar de los momentos en los que el poeta casi tiró la toalla, y que aferre a ella con todas sus fuerzas.

Y no hay nada más humano que aferrarse a una esperanza por mínima, difusa o inestable que esta sea, cuando la vida no nos parece lo suficiente o cuando pasamos por un momento especialmente duro en ella. Ya esa esperanza resida en una vida después de la muerte o en la ausencia de pesadumbre, algo tan fundamental en algunas religiones —y un tema un tanto delicado en el que no entraré en debate aquí, pues tengo demasiadas opiniones confusas y contradictorias respecto a ello— y que enlaza con las dudas que Shade relataba al principio del canto, sobre si encontraría en ese Hereafter algo que realmente mereciera la pena. Y como se puede constatar en la última estrofa de este penúltimo canto, una que me encanta, es algo que él tiene la absoluta certeza de haber encontrado.

Con el impermeable puesto entré en casa: Sybil, tengo
la firme convicción... "Querido, cierra la puerta.
¿Tuviste un buen viaje?" Espléndido... pero más aún,
he vuelto convencido de que puedo avanzar a tientas
hacia alguna... alguna... "¿Qué, querido?" Vaga esperanza.
El cuarto canto empieza con un cambio radical en el comportamiento de John Shade. Podemos visualizarlo mucho más recuperado, menos taciturno, algo más relajado y alegre, y podemos sentir en él una fuerza y una vitalidad de la que carecía en el canto tercero. Mérito de la esperanza,vemos renovadas sus intenciones de buscar la verdad como nadie la ha buscado, de hacer cosas que otros no han podido hacer, demostrando mucha más de confianza en sí mismo y sus capacidades.

Sin dejar atrás el carácter retrospectivo que lo caracteriza, esta vez el poeta que lleva dentro sale a flote más que nunca y nos centra en los pequeños detalles de la composición de obras y poemas, hablándonos de la creatividad y cómo se deja embargar por la inspiración que le sigue a todas partes. Se deja notar el paso del tiempo al exponernos Shade los estragos de este y la vejez sobre su piel, mientras sigue deleitándose con su obra y evocando siempre en esta la juventud a través de su esposa Sybil, que es la que lo mantiene joven por dentro. Pero sobre todo es este canto una pequeña declaración de intenciones por parte del poeta, que empieza a entender una parte de su existencia a través de su obra.

Y yo no podría estar más de acuerdo, ya que creo que cada escritor pone un pedazo de él mismo (y sus experiencias, sus sueños, sus pensamientos, sus preocupaciones) en lo que escribe; vierte su esencia en el papel en blanco. Vemos su completa aceptación y comunión con la vida tal como es ahora, con esa seguridad tal como que se despertará la mañana del 22 de julio de 1959, incluso cuando, paradójicamente, es ese el último día de su vida. El poema finaliza con Shade admirando a su esposa Sybil, su Vanessa, su mariposa, como podemos ver que es para él una de sus mejores costumbres.

Es muy importante la alusión al título del poema en este último canto, y algo a destacar. Pálido Fuego es tomado de un pasaje de la obra de Shakespeare El timón de Atenas: "la Luna es una ladrona errante/ roba del Sol su pálido fuego". Una frase que normalmente se relaciona a la creatividad y la inspiración, pero en la que se puede ahondar ya que "robamos" la inspiración de las cosas que nos rodean, al igual que podemos decir que los escritores, tanto Nabókov como otros, se inspiran los unos en los otros y en sus precedentes. Podemos decir que los escritores "roban" de otros escritores, beben de lo anterior a ellos, de sus inspiraciones e ideas. Podemos decir que el sol es la literatura, y que la luna es el escritor que roba de él un poco de su fuego.

Se puede ir más allá y decir que Shade, como se ve en sus observaciones del mundo y todas sus digresiones, formaba parte de algo mucho más grande. Esas alusiones a la muerte, a la vida tras ella, la búsqueda de la verdad, saber cosas que uno no puede saber, querer más. Esas cosas que, como la fontana blanca, no era del todo capaz de comprender. Estamos todos en un universo de cosas que sí entendemos (o parece que entendemos) entre otras muchas que no. Podemos entender el sol como ese algo más grande del que todos formamos parte, mas no podemos ver más allá de su luz cegadora. Y Shade, al igual que todos nosotros, sólo percibe de ese sol su pálido fuego; al igual que de ese cuadro enorme, ese algo más grande que es la realidad y la vida en sí mismas, sólo se puede entender y tomar ciertas cosas, pero no todas.

Es cuando acaba el poema de John Shade que el libro da un giro desconcertante y radical que el lector no espera. Nos encontramos entonces con el extenso comentario de Charles Kinbote y vemos, de forma chocante y con cierta exasperación (al menos por la parte que me toca), cómo el académico amigo de Shade lejos de explicar o analizar pormenorizadamente el poema de su difunto vecino, se nos va por las ramas sin ningún tipo de vacilación.

Al principio su comportamiento resulta cuando menos curioso, pues empieza a relatarnos de forma completamente aleatoria e incoherente hechos y cosas de carácter trivial que nada que ver con el comentario que debería estar redactando, como la extensa descripción de su casa o sus historias sobre Zembla, su tierra natal. Poco tardamos en comprender que la actitud de este hombre frente al análisis del poema de Shade es todo menos académico y analítico, mucho menos crítico.

No me quiero extender demasiado en esta parte para no hacer demasiados spoilers, pero medida que avanza la novela iremos viendo el comportamiento obsesivo de Kinbote, que se cree así mismo la fuente de inspiración de Shade, y poco a poco Zembla irá adquiriendo peso hasta convertirse en el núcleo de todo comentario que Kinbote haga de ahora en adelante. Lo que empezó como leves pinceladas sobre el lugar del que era originario, pronto se convierte en una intrincada trama sobre el país que nos lleva a darnos cuenta que Kinbote ha convertido el comentario crítico en una fantasiosa autobiografía con bases no muy fidedignas.

La narración de la novela de Nabókov crea bastante controversia en cuanto a la fiabilidad del narrador, pues este hace dudar de todo cuanto se ha leído en la novela, cuestionándote qué es real y qué no lo es hasta este punto. Si tomamos el camino fácil, podemos suponer tal como nos dice la premisa de la novela, que Shade y Kinbote son dos personas diferentes y, como dice el argumento, que Shade escribió un poema que luego sería comentado (con muy poco rigor) por Kinbote. Pero, dado que la estabilidad mental de Charles Kinbote queda en entredicho por razones obvias, podríamos imaginar que sufre algún tipo de trastorno de la personalidad (trastorno de identidad disociativo o personalidad múltiple) y asumir también que él es el único narrador de Pálido Fuego y que Shade es sólo una invención de su mente, o al revés (aquí se abre la veda de los shadeans o kinboteans, y sí, existe esto, no es un team X vs. team Z que me acabo de inventar). Varias interpretaciones se pueden hacer sobre Kinbote, entre las que se le puede relacionar como un alter ego del personaje del profesor Botkin (entrando en esos juegos de palabras tan propios de Nabókov: Botkin/Kinbote, prácticamente un anagrama), al igual que también es Botkin un alter ego para Vladímir Nabókov. Entre tantas otras interpretaciones, lo que está claro es que el debate sigue hasta día de hoy.

"Pale Fire is full of plums that I keep hoping somebody will find. For instance, the nasty commentator is not an ex-King of Zembla nor is he professor Kinbote. He is professor Botkin, or Botkine, a Russian and a madman", Vladímir Nabókov.
(Traducción: "Pálido Fuego está lleno de ciruelas* que sigo esperando que alguien encuentre. Poer ejemplo, el desagradable comentarista no es el antiguo rey de Zembla ni es el profesor Kinbote. Es el profesor Botkin, o Botkine, un ruso y un loco". Si dejamos el significado literal a un lado, plums puede traducirse como algo parecido a un easter egg, guiños y pistas ocultas que ha dejado Nabókov en la historia)

Y quizá sea esa precisamente la esencia de la novela: no simplemente el hecho de confundir, sino de jugar con las múltiples posibilidades y las infinitas interpretaciones. En Pálido Fuego, Nabókov aúna exquisitamente esa esencia del género de la metaficción y de la novela posmoderna. Pálido Fuego representa perfectamente el género posmoderno del que bebe en cuanto a que no hay una objetividad intrínseca en los textos. Todos los textos son susceptibles de interpretación, cada cual elaborada en la mente de cada lector y condicionada por su propia experiencia, así como sus vivencias y pensamientos, incluso la forma de relacionarse con otras personas, y sobre todo su visión particular del mundo y la vida. Pálido Fuego ensalza esa característica de que los textos no pueden revelarnos, al menos no totalmente, ni tampoco completamente, la intención del autor. Es algo que la novela demuestra mediante John Shade, Charles Kinbote y el propio lector que se adentre en Pálido Fuego.

Tenemos el poema de Shade, algo que él escribió y por tanto, sólo él sabe qué es lo que realmente esconde. Luego tenemos a Kinbote, que mediante prólogo y extenso comentario (si se le puede llamar comentario en lugar de "inconsciente biografía") nos aborda con su peculiar visión de la obra de Shade. Y por último está el lector, que no podrá hacer otra cosa sino interpretar a su manera el libro en su totalidad; bien sea separando a Shade de Kinbote, o englobándolos a ambos como un conjunto. Sin olvidar, por supuesto, que quien se esconde realmente tras el sentido de la novela y sus personajes es el propio Nabókov.

Precisamente, algo del posmodernismo que vemos también en la novela es la concepción de la verdad no de una forma universal ni certera sino como una interpretación más. Al igual que Shade buscaba la verdad respecto a la vida después de la muerte, llegamos a la conclusión de que esta no es una sola, sino que puede ser objetiva, una cuestión de perspectivas. Es imposible saber la realidad de las cosas de una forma tangente, irrevocable y absoluta, sino que solo la percibimos según nos parece a nosotros.

Por eso, Pálido Fuego no es simplemente un "libro dentro de un libro", sino algo mucho más complejo. Es como un abanico de posibilidades e interpretaciones. Una amalgama de pensamientos, perspectivas e hipótesis.

En definitiva, nos encontramos ante una novela de una calidad literaria exquisita e indiscutible, a veces difícil de asimilar y con ninguna interpretación certera. Desde luego su lectura no es para nada amena ni mucho menos liviana, sino que se trata de uno de esos libros que retuercen tu mente y te hacen pensar incluso tiempo después de haberlo acabado. Aunque ha habido partes en las que me exasperaba (Kinbote en sí me exasperaba), es una experiencia que no dejará indiferente a nadie y que sólo puedo tildar como un auténtico mind blown.


VALORACIÓN FINAL

Ambientación: ☆☆☆ 4/5
Narración:  5/5
Estilo:  ☆ 5/5
Trama:   2/5
Personajes:  3/5


Reseña: La chica del tren, de Paula Hawkins

¡Hola, daydreamers!

Hace una eternidad que me dije a mí misma que tenía que reseñar varios libros que tenía pendientes, pero han sido unas semanas complicadas y me ha costado bastante ponerme a la tarea. Hoy os traigo la primera reseña del blog, la de un best-seller bastante conocido que ya cuenta con una futura adaptación cinematográfica: La chica del Tren.


Paula Hawkins (26 de agosto de 1972) es una escritora británica nacida en Harare, Zimbabwe.

Se trasladó a Londres cuando tenía 17 años y más tarde estudió Filosofía, Política y Economía en la Universidad de Oxford. Trabajó como periodista para The Times, en la sección de economía y más tarde para varias publicaciones como autónoma. Es autora de The Money Goddess, un libro de asesoramiento financiero para mujeres, y de varias novelas románticas bajo el seudónimo Amy Silver.

En 2015 publicó La chica del tren, novela que supuso un gran éxito comercial y de la cual DreamWorks ha adquirido los derechos para su adaptación cinematográfica.




 FICHA TÉCNICA

 Titulo: La chica del Tren.
 Serie: novela autoconclusiva.
 Autora: Paula Hawkins.
 Editorial: Planeta.
 Encuadernación: tapa dura con sobrecubierta.
 Nº de páginas: 496.
 ISBN: 9788408141471.
 Lee los primeros capítulos aquí.


SINOPSIS

La vida de Rachel se derrumba. Abandonada por Tom, está sin trabajo, vive en casa de una amiga y sólo encuentra el consuelo en el alcohol... y en tomar, de lunes a viernes, el tren de las 8.04 h con destino a Londres.

Para ver, ¿qué? Cada mañana lo mismo: el mismo paisaje, las mismas casas… y la misma parada en la señal roja. Son solo unos segundos, pero suficientes para observar a una pareja desayunando tranquilamente en su terraza. Siente que los conoce y hasta se inventa unos nombres para ellos: Jess y Jason. Su vida es perfecta, no como la suya. Pero un día ve algo. Sucede muy deprisa, pero es suficiente.

¿Y si Jess y Jason no son tan felices como ella cree? ¿Y si nada es lo que parece y no son tan felices como ella cree? Tú no la conoces. Ella a ti, sí.

OPINIÓN PERSONAL

Tuve muchas ganas de leer La chica del Tren desde que se publicó, pues no es poco el bombo que se le dio y no pocas las críticas que lo ponían como un thriller apasionante. Llamadme rara, pero después de leerlo no veo el por qué. Por supuesto, para gustos y opiniones, los colores; pero a pesar de las expectativas, el aluvión de buenas críticas y lo atrayente de su sinopsis, a mí, personalmente, no me ha logrado conquistar.

Las dos primeras páginas del libro sí que lo hacen, pues si algo ha sabido hacer Paula Hawkins es usar la curiosidad humana a su favor, y revelarnos dos futuros fragmentos de la historia que todavía no somos capaces de encajar en ningún lugar, y que nos prometen misterio y muerte. Dos ingredientes fundamentales en la novela negra que, del modo en que están presentados al principio, no hacen sino acrecentar las ganas de sumergirse en la historia. Esos dos fragmentos son el aliciente que te prepara para la lluvia de páginas de escasa emoción que se te vienen encima.

Y es que a partir de esos prometedores fragmentos, todo decae.

Siempre he sido defensora de no juzgar a un libro por su ritmo, y jamás he dejado de leer o me ha dejado de gustar un libro por un ritmo pausado o introductorio. Esa es una de las razones por las que seguí leyendo La chica del Tren, a pesar de que por más y más que avanzaba, seguía anclada a la misma repetición de elementos y a la misma ausencia de eventos. No solo es que el ritmo sea lento, sino que es tedioso y algunas veces hasta insoportable. La acción de la historia es casi inexistente

Pero no pasa nada. Los dos fragmentos están ahí, pienso, en un desesperado intento por convencerme de que en algún momento empezará a tomar forma y a coger carrerilla. Pero no lo hace.

Con todo el apogeo y buenas habladurías en torno al libro —y que ahora me parece más marketing que otra cosa—, recalcando lo diferente que era y haciendo ahínco en el misterio y tensión de la trama, creía que iba a encontrarme con algo más original de a lo que estamos acostumbrados a leer (algo parecido a lo que consiguió Perdida, de Gyliann Flynn). Tal vez es culpa mía por crearme esas expectativas, pero La chica del Tren no me ha movido un pelo. Si había un aura de misterio que debía atraparme ha sido tan sutil que ni me he enterado.

No creo que exista ningún tipo de tensión narrativa en la historia, mucho menos el suspense o terror psicológico que se nos vendía. La trama así como su tratamiento, el cómo se desencadena, y la evolución que sigue hasta su más que predecible desenlace es bastante común. Nada que no pueda leerse en cualquiera de las novelas negras que te salen si le das una patada a una piedra.

Y quizá en el hecho de su argumento trillado está también la causa de su predictibilidad. Y es que si algo me ha parecido La chica del Tren, es predecible. De nada sirve el uso del narrador inestable en el que no se puede confiar, o incluso la ocultación de información: la verdad está a la vista si sabes dónde mirar. A lo mejor tengo el don de la videncia y no me he enterado, pero mis sospechas no eran infundadas y no me ha sorprendido prácticamente nada de lo que la historia relataba, desembocando justo en lo que había teorizado. Ya hacia la mitad del libro, más que intentar descubrir su final, lo que más me interesaba era saber si Rachel iba a dejar de beber y emborracharse alguna vez.

Lo único que ha conseguido sorprenderme y que no hubiera imaginado es una revelación que cierto personaje hace a otro personaje bastante avanzados en el libro. Pero si bien este dato es decisivo en ciertos aspectos concernientes a las motivaciones de un personaje en concreto, no es un hecho que tenga demasiado peso, por no decir que es irrelevante en cuanto a la trama se refiere.

Todo esto se haría mucho más llevadero si La chica del Tren contase con unos personajes bien construidos que pudiesen disfrutarse a la hora de leer, pero ni siquiera en eso podemos decir que acierte.

La historia nos es relatada a través de las voces de tres mujeres: Rachel, Anna y Megan. Sólo de ellas os hablaré en esta reseña, pues la trama como ya os he dicho no tiene demasiado contenido y cualquier mención a otros personajes o su aportación a la historia podría ser demasiado reveladora.

Empecemos por una de las principales razones por las que el libro me ha resultado tan pesado. Una razón que tiene nombre y apellido propio: Rachel Watson.

Todos sabemos la gran diferencia que puede marcar una protagonista en una historia. A veces, una buena protagonista puede compensar la flaqueza de una trama o aportar interés a una historia que carece de él. No va a arreglar por completo las cosas ni convertirá un libro malo en un libro bueno, pero otorga equilibrio al conjunto general.

Por el contrario, en La chica del Tren nos encontramos con una protagonista sin fuerza, plana y poco apática a mi parecer. Rachel Watson se nos presenta como una mujer joven que sobrepasa poco más de la treintena. Su matrimonio con Tom, del que sigue profundamente enamorada, se fue al traste debido a diferencias irreconciliables entre ambos. Ahora él está con la mujer por la que la dejó, viviendo en su antigua casa y criando juntos a su primera hija, mientras que Rachel ha perdido su trabajo y la alegría de la vida. Incapaz de superar su pasado, la joven se abandona por completo, ahogando sus penas en una ingente cantidad de alcohol, y tratando de recuperar a su ex-marido aunque ello implique el casi acoso a este y su nueva familia.

Yo no me considero quién para decir que se debe hacer y qué no en la vida cuando recibimos un golpe, pero la actitud de Rachel ante los problemas y su poca capacidad de adaptación y superación me han sacado de mis casillas. Todos tenemos nuestras debilidades y momentos de vulnerabilidad, y yo soy la primera que defiende el derecho a ellos cuando estemos sobrepasados por la situación, pero no me gustan las personas que abandonan toda esperanza y se vienen abajo, sin intentar luchar. Y eso es lo que me ha parecido Rachel todo el tiempo.

Una mujer que ha hecho de Tom el centro de su mundo, incapaz de dirigir su propia vida o darse algún valor a sí misma, y con una actitud pasiva/reactiva (en el mal sentido) la mayor parte del libro. Todos los días, a pesar de haber perdido su trabajo hace mucho, Rachel coge el mismo tren de ida y vuelta sólo por aparentar lo que una vez fue y ya no es. Ese tren es lo único que le queda de su vida sobre lo que aún tiene control.

Aguantarla como principal narradora me ha resultado tremendamente difícil, puesto que cada vez que leía un capítulo narrado por ella me sumía en una especie de letargo; solo leer su prosa hacía que me hundiera en la miseria, lo cual al menos sirve de punto a favor de la ambientación. Quizá suene exagerado, pero a veces conseguía que la energía abandonara mi cuerpo.

Anna Watson, otra de las narradoras de la historia, es la actual esposa de Tom y madre de su hija, Evie. El personaje de Anna puede despertar emociones encontradas —y eso es lo único que despertará—, pues algunas veces puede llegar a caerte bien y en otras caerte fatal. Esto se debe a que Anna, aunque más soportable que Rachel, no empatiza con el resto de la gente ni intenta comprenderlos, además de tener una devoción y clara dependencia de su marido. Su papel es muy común y no demasiado sobresaliente, tanto que incluso resulta más atrayente el cómo se la definía en el pasado antes de que empezaran los hechos de la novela.

Megan Hipwell —también conocida como Jess— se nos presenta como la única esperanza de un personaje más interesante que el resto. Nos encontramos con una mujer perseguida por su pasado que es incapaz de reconciliarse consigo misma, alguien que piensa que el amor y todo lo que tiene en la vida ahora no es suficiente para llenar todos los huecos que hay en su interior, ni para tapar todas y cada una de las mala decisiones que ha tomado en la vida. Aunque es, de lejos, más compleja que Rachel y Anna, Megan no deja de ser el estereotipo de la mujer atormentada que acostumbramos a ver en libros, series y películas.

Pero al contrario que las personas que han sufrido en su pasado los duros reveses de la vida, Megan no siempre actúa en consecuencia a ellos y no hace gala de una madurez que hubiera de ser propia no sólo para su edad, sino por sus vivencias. Por supuesto, yo sólo soy una muchacha que apenas sobrepasa las dos décadas, pero veo en ella ciertos comportamientos que carecen de coherencia alguna. Sus acciones y manera de ver las cosas a veces te lleva a preguntarte por qué hace lo que hace en algunas ocasiones, pues sabiendo lo que sabemos cuando leemos el libro, no tienen lógica.

Megan tenía el potencial para convertirse en un buen personaje si se la hubiese dotado de suficiente fuerza, pero la suya flaquea bastante al no luchar y someterse a la influencia masculina de su pasado y su alrededor.

No quiero recaer en charlas feministas, pero considero que en este libro poca justicia o favor se le hace al papel de la mujer. Los papeles femeninos que encontramos —Rachel, Megan, Anna— son poco proactivos la mayor parte del tiempo, dejando que los hombres que les importan siempre tengan un poder decisivo sobre ellas, a veces consiguiendo que pierdan toda la credibilidad o identidad propia que su personalidad pueda aportarles.

Como ya he dicho, me abstengo de alusiones a otros personajes, que aunque algo más perfilados e interesantes que el de Rachel, también han pasado sin pena ni gloria dada su poca complejidad y una profundidad que no se les ha logrado dar.

Pero no todo es malo, por supuesto, que ya me sabe mal darle semejante paliza a un libro en mi primera reseña. Como siempre digo, “ni el más malo de los libros es enteramente malo”. Menos After de Anna Todd, que es la excepción que confirma la regla. De todos se puede aprender y de todos ellos se puede sacar algo bueno. Y como este thriller apasionante me ha dado más disgustos que gustos, he decidido dejar lo bueno para el final para poder despedirme con buen rollito y no ser una Rottenmeier de la vida.

Uno de los mayores puntos a favor que destaco es la decisión de narrar el libro en tres perspectivas diferentes. Es una de las cosas que más me gusta en un libro, la multiplicidad de puntos de vista. Aunque las tres protagonistas no me cayeran especialmente bien, el poder escuchar la historia a través de tres mujeres completamente distintas entre sí es un gran acierto. El cambio de voz dota a la narración algo más de liviandad y frescura, algo que se agradece cuando el peso argumentativo se vuelve muy denso, pero sobre todo porque son bastantes las veces que uno quiere —necesita— escapar de la cabeza de Rachel.

Otra de las cosas que hace bien La chica del Tren es atar cabos. No es que nos encontremos ante una compleja historia donde esto sea particularmente complicado de hacer, pero siempre es bueno que un libro tenga coherencia en la evolución y desarrollo de la trama, y que hilvane adecuadamente cada uno de sus elementos, de principio a fin. No es una obra maestra, no es un puzzle complejo de 3000 piezas; pero es un puzzle bien montado con la piezas en su sitio.

En definitiva, La chica del Tren es un libro de suspense de corte clásico, por decirlo de algún modo, bastante común y predecible; más ensalzado por su increíble promoción que por la calidad de su contenido. Una novela negra más, que puede entusiasmarte si no has leído mucho del género o si lo que buscas es una lectura sin demasiadas pretensiones. No te marques expectativas y caigas en el error de creer, como muchos, que best-seller es sinónimo de best-book-ever.

VALORACIÓN FINAL

Ambientación: ☆☆☆ 3/5
Narración:  3/5
Estilo:  1/5
Trama:  1/5
Personajes:  1/5

PD: tendré que esperar a que salga la película, producida por DreamWorks y que estará protagonizada por Emily Blunt (amor a Emily <3 POR QUÉ TE HAN ESCOGIDO COMO RACHEL), para ver si consigue gustarme más que el libro.

2 semanas para Capitán America: Civil War


Capitán América: Civil War se estrena el 29 de abril de 2016, e inicia la tan esperada Fase 3 del Universo Marvel. En ella no solo veremos a parte de nuestros Vengadores (el Capitán, Iron Man, la Viuda Negra y Ojo de Halcón), sino que vuelve Bucky, el Soldado de Invierno (Sebastian Stan) y repiten la Bruja Escarlata (Elizabeth Olsen), Falcon (Anthony Mackie) y Visión (Paul Bettany). A ellos se les unirá las esperadas incorporaciones del nuevo Spider-Man, Tom Holland, y Paul Rudd como Ant-Man.

Sinopsis

Capitán América: Civil War sigue a Steve Rogers liderando al nuevo equipo de Vengadores en sus continúos esfuerzos para mantener a salvo a la humanidad. Pero después de los daños colaterales de otro incidente en el que el grupo de superhéroes está involucrado, la presión política instala un sistema de responsabilidad encabezado por el Gobierno para supervisar y dirigir al equipo. El nuevo "status quo" provoca la ruptura de los Vengadores y da como resultado dos bandos uno liderado por Steve Rogers y su deseo de que los superhéroes sigan siendo libres para defender a la humanidad sin la intromisión del Gobierno, y otro liderado por Tony Stark que decide apoyar la decisión de la clase dirigente.


Decir que mi hype está por las nubes es quedarse corta XD 29 de Abril, ¡ven a mí!

Juego de Tronos: ¡10 días para la sexta temporada!


¡Cada vez queda menos! Tengo muchísimas ganas de ver esta temporada, no solo por lo avanzada e interesante que está ya la trama, sino por ver qué depara el futuro ahora que la serie ya no tiene libros en los que basarse. Es la primera temporada que afronto con absoluta incertidumbre y, aunque sé que los libros siempre serán mejores y que George R.R. Martin es insuperable, no puedo evitar la emoción y el vértigo que siento al pensar que a partir de ahora todos (lectores y no lectores) estamos a mano: ninguno sabemos a ciencia cierta qué pasará.

Aunque sepamos ciertos acontecimientos y más o menos por dónde van los tiros, es la primera vez que estaremos a completa merced de David Benioff y D.B Weiss. Estos dos podrán sorprendernos (para bien o para mal) sin que tengamos a dónde agarrarnos XD